Se daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto
Queridos amigos:
¿Hay un paisaje más sugerente
que una biblioteca? Pasear los ojos por el bosque de libros, detenerse en uno
de ellos, abrirlo, leer entre líneas, volverlo a depositar es acariciar con las
manos el romero, el espliego y el tomillo.
Cada uno de nosotros
construye su vida con los libros. Depositados en estanterías pintan el cuadro
de nuestra persona, escriben la biografía de quien desde la infancia los
recibió como obsequio o los adquirió por placer o por mandato de sus
profesores. Son herencia de los mayores y presente para los menores. Nada más
noble que comprar libros, aunque no se lean. Cada uno es un cofre cerrado para
ser abierto con la llave de la curiosidad. En esta década de las táblets, los
móviles y los libros electrónicos, leer un libro de papel es lo mismo que
conversar con una persona cara a cara, mientras siendo útiles los e-book son
como el whatsup, para un momento determinado y ante la imposibilidad de mirarlo
a los ojos.
Cervantes, gran lector y por
este motivo una persona crítica, no fue amigo de un género de literatura: los
libros de caballería.
Esta fue “la razón de la
sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con
razón me quejo de vuestra fermosura” por la que escribió las aventuras de quien
“del poco dormir y del mucho leer se le secó el cerebro”.
Interesante reflexión donde
nos muestra el daño producido por las malas lecturas y las obsesiones llevadas
al extremo. En la actualidad bien pudiera haber escrito, “del poco dormir y del
mucho ver telebasura se le secó el cerebro”.
No por ello debemos cesar en
el empeño de comprar o adquirir prestado en la biblioteca municipal libros.
Bien lo sabía la gran mujer sabia María Moliner cuando visitó Bellús y
Alfarrasí en abril de 1936; y los académicos de Argamasilla, entre ellos Don
Carlos, quien “lee y relee a todas horas el Quijote” (Azorín).
Fueron los libros de
caballería quienes llevaron a abandonar “una tierra pobre, tan desollada por
seculares chaparrones” y en su locura convertirse en el loco más cuerdo de los
personajes novelescos, un soñador inmortal quien con el sentido de humor
castellano, nos lanza a los caminos.
Comentarios
Publicar un comentario