Y, por la puerta falsa de un corral salió al campo, con grandísimo contento.
Queridos
amigos:
La
escena es surrealista, dos mundos chocan entre sí, la visión de don Quijote y
del lector, cada uno de ellos en un plano diferente.
“Sin
que nadie le viese, una mañana, antes del día, que era uno de los calurosos del
mes de julio, […] por la puerta falsa de un corral salió al campo, con
grandísimo contento y alborozo”, escribe Miguel de Cervantes en el capítulo II.
Deja tras de sí, sin mirar atrás, porque “nadie que pone la mano en el arado y
mira hacia atrás vale para el reino de Dios” (Lc 9, 62), dejando atrás como Lot
las cenizas de su pasado (cf. Gn 19), la vida rutinaria, monótona e insípida de
los hidalgos españoles anclados a las tierras de trigo y barbecho.
“Allá
en la línea remota del horizonte, aparecía una pincelada larga, azul, de un
azul claro, tenue, suave; acá y allá, refulgiendo al sol, destacaban las
paredes blancas, nítidas de las casas diseminadas en la campiña; el camino,
estrecho, amarillento, se perdía ante nosotros, y de una banda y de otra, a
derecha e izquierda, partían centenares y centenares de surcos”, narra Azorín.
Prosigue
el literato valenciano, “a estas horas precisamente caminaba una mañana
ardorosa de julio el gran caballero de la triste figura, solo, recorriendo en
estas llanuras, empapándose de este silencio, gozando de la austeridad de este
paisaje, es como se acaba de amar del todo íntimamente, profundamente, esta
figura dolorosa” y se pregunta “¿en qué pensaba don Alonso Quijano, el Bueno?”,
respondiendo Miguel de Unamuno “como Cristo Jesús, de quien fue siempre Don
Quijote un fiel discípulo, estaba a lo que la aventura de los caminos le
trajese”, porque “lo más urgente es lo que ahora y aquí: en el momento que pasa
y en el reducido lugar que ocupamos están nuestra eternidad y nuestra
infinitud”.
Tú
y yo con él dejamos atrás el instante pasado y nos adentramos en el camino sin
horizonte cercano de una nueva amistad, el comienzo del curso, la lectura de un
libro, la aventura de un tiempo de oración cual caballero en la meseta castellana.
Con el sabio manchego vivimos el ahora y el aquí, tomando conciencia de nuestra
condición de caballeros andantes, dejándonos sorprender por una aventura que
puede hallarsé en el horizonte, sin dejar nunca de soñar, de amar.
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