En un lugar de la Mancha


Queridos amigos:
Comenzamos el curso y este año vamos a caminar con el ingenioso hidalgo don Alonso Quijano, cuya vida fielmente fue retratada por el caballero de la triste figura Miguel de Cervantes. Para ello contaremos con la ayuda de dos escritores procedentes de la periferia peninsular: el vasco Miguel de Unamuno y el valenciano José Martínez Ruiz, Azorín, quienes buscaron el alma del manchego en sus respectivos libros Vida de don Quijote de la Mancha y la Ruta de don Quijote.
Pero, ¿dónde vivió don Alonso Quijano? Consciente de la importancia que tiene el paisaje, puesto que “somos hijos de la tierra, y de la tierra nos llega la raíz de nuestros futuros desemvolvimientos; la esencia del paisaje que nuestros ojos ven desde niños vienen luego a formar la esencia de nuestro espíritu (J.M. Salaverría. Las sombras de Loyola). Porque “aquellos paisajes que fueron la primera leche de nuestra alma, aquellas montañas, valles o llanuras en que se amamantó nuestro espíritu cuando aún no hablaba, todo eso nos acompaña hasta la muerte y forma como el meollo, el tuétano de los huesos del alma misma (Miguel de Unamuno. Andanzas y visiones españolas).
En 1905  el monovense partió de Madrid en tren para visitar “el lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme”, Argamasilla de Alba.
“Ya se, señor Azorín, de dónde viene todo  eso—dice don Cándido -, ya sé que hay ahora una corriente en contra de Argamsilla; pero no se me oculta que estas ideas arrancan de cuando Cánovas iba al Tomelloso y allí le llenaban la cabeza de cosas en perjuicio de nosotros. ¿Usted no conoce la enemiga que los del Tomelloso tienen a Argamasilla? Pues yo digo que don Quijote era de aquí; don Quijote era el propio don Rodrigo de Pacheco, el que está retratado en nuestra iglesia, nadie, por mucha que sea su ciencia, destruir esta tradición en la que todos han creído y que se ha mantenido siempre tan fuerte y tan constante(Azorín).
“Esta es la villa de Argamasilla de Alba, hoy insigne entre todas las de la Mancha. ¿No es natural que todas estas causas y concausas de locura, de exasperación, que flotan en el ambiente, hayan convergido en un momento supremo de la historia y hayan creado la figura de este sin par hidalgo” (Azorín).


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