Vivía un hidalgo de los de lanza y astillero


Queridos amigos:
 Argamasilla, Villanueva de los Infantes, Alcubillas,… pueblos manchegos que disputan “el lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme”, bien cierto es que de nuestro universal caballero “nada sabemos de sus padres, linaje y abolengo, ni de como hubieran asentándosele en el espíritu las visiones de la asentada llanura manchega en que solía cazar; nada sabemos de la obra que hiciese en su alma la contemplación de los trigales salpicados de amapolas y clavelinas; nada sabemos de sus mocedades” (Miguel de Únamuno).
Cervantes nos ofrece el retrato de un hombre de costumbres rutinarias, “una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos”, es decir, “fritada hecha con huevos y grosura de animales, especialmente torreznos o sesos, alimentos compatibles con la abstinencia parcial que por precepto eclesiástico se guardaba  los sábados en los reinos de Castilla” (RAE), “lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos”.
Largas horas de una vida monótona, acompañada por su sobrina y ama.
“Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años”, es decir, estaba próximo a la cincuentena quien era “gran madrugador y amigo de la caza”.
Se preguntaba D. Miguel de Unamuno “en las largas horas de su lenta vida, ¿de qué contemplaciones nutrió su alma? Porque era un contemplativo, ya que solo los contemplativos se aprestan a una obra como la suya” (Vida de D. Quijote y Sancho).
Y nos interrogaba D. José Martínez Ruiz Azorín: “¿Nuestra vida no es como la del buen caballero errante que nació en uno de estos pueblos manchegos? Tal vez sí, nuestro vivir, como él de don Alonso Quijano, el Bueno, es un combate inacabable, sin premio, por ideales que no vemos realizados” (La ruta de don Quijote).
Es en la meseta de la vida, de grandes llanuras, donde si no queremos ser aplastados por los rayos del estío, hemos de mantener vivos los sueños, no solo disfrutando sosegadamente de cada instante, sino marcándonos ideales, proyectos que nos conduzcan a salir de las paredes de nuestra casa. Porque a los cuarenta, cincuenta, sesenta,… si no soñamos envejecemos.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Y, por la puerta falsa de un corral salió al campo, con grandísimo contento.

Andrés.

Se daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto