Andrés.
Queridos amigos: “¡Encinares castellanos, / en laderas y altozanos, / serrijones [cordillera de montes de poca extensión, rae.es] y colinas / llenos de oscura maleza, / encinas, pardas encinas / humildad y fortaleza”, escribió Antonio Machado. Es “bajo tu casta sombra, encina vieja / quiero sondar la fuente de mi vida / y sacar de los fangos de mi sombra / las esmeraldas líricas”, versos fluidos del corazón del poeta andaluz y español Federico García Lorca. Es allí, bajo un bosque de encinas, en el oasis del éxodo cervantino, donde sucede la primera heróica hazaña del recientemente armado caballero don Quijote. Pues “no había andado mucho, cuando le pareció que a su diestra mano, de la espesura del bosque que allí había, salían unas voces delicadas como de persona que se quejaba […]. Y a pocos pasos que entró por el bosque, vio atada una yegua a una encina, y atado a otra a un muchacho, desnudo de medio cuerpo arriba, hasta de edad de quince años” (I,, humilde y fuerte cual á